El café y el cannabis, dos plantas que llegaron a Colombia con la colonización y que han hecho parte de la historia y la economía de la nación desde entonces. Aunque ambas hacen parte de la vida diaria y la cultura en el país, sus trayectorias son distintas, experimentando una de ellas un recorrido más complejo y clandestino.
Mientras el café ha sido un pilar de la economía colombiana desde el siglo XIX, el cannabis apenas emerge actualmente como una industria prometedora. En los años 60, cuando en la televisión nacional pasaban comerciales que promovían el consumo de café Colombiano y el producto era ya un distintivo del país ante el mundo, en las montañas de la Sierra Nevada de Santa Marta comenzaban a verse solo las primeras semillas de la industria cannábica, desafortunadamente sembradas por el narcotráfico. La prohibición de algunas sustancias consumidas principalmente en Estados Unidos, hizo del mercado de las drogas uno apetecible para grupos criminales y corruptos del país, viéndose ésta y otras plantas envueltas en realidades violentas, fuentes de la estigmatización que continúan sufriendo hasta el día de hoy.
Afortunadamente, en los años 80 comienza el movimiento hacia la legalización y regulación del cannabis, el cual no solo dió visibilidad a los consumidores, sino que también abrió las puertas a su despenalización paulatina. El café, por su parte, se enfrenta a una nueva crisis debido a la caída de precios internacionales y la sobreproducción, situación que solo vino a estabilizarse en la década siguiente gracias a estrategias de diversificación y mejoras en la calidad. Precisamente han sido las cualidades del cannabis y el café en Colombia las que han llevado a cada uno a convertirse actualmente en productos apetecidos por los mercados internacionales. El café Colombiano es reconocido mundialmente por su sabor, siendo así un símbolo de identidad nacional y un elemento clave de la economía del país. Del mismo modo, el cannabis se ve impulsado por la demanda global y beneficiado por el cambio en las políticas de drogas, que ahora permiten el desarrollo industrial y la investigación en torno los valores medicinales y el uso adulto de la planta.
A estos últimos hechos, debemos que Cannabicultores del Café y muchos otros espacios y proyectos dedicados a las plantas existan hoy en día en el país, a la espera de que el prohibicionismo en Colombia termine sucumbiendo ante el cannabis, así como logró superarlo alguna vez el café en otras partes del mundo.