Para empezar o para terminar el día. Para darme un momento de contemplación, de respiración consciente, de programación. Puede ser armar con papel y picadura de tabaco, o con un purito o un puro que estén ya armados, también con un rapecito sea convencional o líquido, o una chupadita de ambil en una mambeada, incluso un blon de tabaco para quemar ganjah. Todas estas son opciones de rituales cotidianos con mi tabaquito. Y siempre, siempre, mientras lo estoy preparando, me voy preparando yo, disponiendo mi espíritu ante los amorosos espíritus de las plantas, manifestando claramente mis intenciones para ese momento, teniendo bien claro para qué lo hago, qué quiero lograr.
El uso ritual de la planta de tabaco es transversal en las culturas originarias de nuestra América. La geografía histórica de la especie nicotiana tabacum parte de las quebradas andinas y se expande por la selva amazónica, las islas del caribe y los territorios del norte. Cada tradición portó usos particulares de la planta que consisten en diversos formatos y aplicaciones de esta. Así, esos mismos usos derivan en mitos autóctonos de cada cultura, que dan explicación al origen de la relación de la humanidad con el tabaco, al motivo por el cual el espíritu de la planta es abordado de esa manera, e incluso al origen del universo, de la tierra o de nuestra especie.
Con el paso del tiempo, pensando desde una globalización lenta y temprana, previa a la invasión europea, y a una acelerada posterior a la intervención católica, las tradiciones americanas del tabaco fueron contactándose entre sí. Unas comunidades enseñaron a otras sus conocimientos, sus místicas específicas de la planta, que por lo general y aún hoy en día se comparten a través del mismo compartir de esta. Por ejemplo, de los misterios, los mitos y los poderes del ambil (crema amarga de tabaco verde cocinado con sal vegetal), se aprende mambeando, chupando ambil, hablando de estas sagradas medicinas con personas que las han caminado, que llevan tiempo haciendo eso mismo: chupando, palabreando, compartiendo.
Ahora, ¿cuáles son esos usos? Dicen los sabedores que el tabaco es un hilo dorado que permite conectar nuestro corazón, es decir, nuestras intenciones, con el cosmos, la divinidad, los seres superiores que habitan sobre nosotros. De esta manera, cuando ahumamos un tabaco (que según las tradiciones no se debe fumar, no llega a los pulmones), estamos elevando ese rezo, esa súplica, desde lo más profundo de nuestro ser hacia el Gran Espíritu, creador de todo, padre y madre. ¿Cómo aprovechar este ritual en nuestra cotidianidad? Simplemente honrando lo sagrado y poderoso de la planta y del momento. Al hacerlo con toda la concentración, con toda la solemnidad que podemos otorgarle, damos relevancia al rito y de un rincón en nuestro hogar levantamos un altar.
Todo alrededor de estas tradiciones está cargado de símbolos, de detalles en las maneras que son lo que permite entregarle el respeto y la elevación que se busca a la psicoactividad generada por la planta. Entonces es importante la forma en la que se sostiene el cigarro, que suele ser con la mano izquierda y entre los dedos pulgar, índice y corazón. También hay que fijarse en que el extremo que está encendido apunte hacia arriba, puesto que se manifiesta la energía y la intención hacia los cielos, no a la tierra que de allí vienen. Son muchos más los gestos a tener en cuenta, pero estos se aprenden, como menciono arriba, caminando las medicinas, habitándolas, compartiéndolas, observando a quienes portan los linajes.
En cuanto al rapé, que es tabaco secado, apilado y cernido, en muchas ocasiones mezclado con componentes de otras plantas curativas, los símbolos responden a la manera de soplarlo. Se toma el polvo, se asegura de que no haya grumos, se manifiesta el rezo, el motivo, se dirige a la glándula pineal que es el canal de comunicación con los reinos espirituales, se conjura hacia el pensamiento, la palabra y el corazón, y se sopla con determinación. Varía si es autoaplicado o si es un mayor quien sopla la medicina, puesto que en el segundo caso cobra relevancia también la intención de quien facilita el rapé. Puros simbolitos, puros detalles, puras intenciones que hacen de cada uso de esta planta un ritual.
El tabaco es un abuelo. Guía y protege, muestra el camino y cubre los pasos, la espalda de quien anda con él. Hablando de rituales con tabaco, no se puede dejar de mencionar la labor que tiene este espíritu al acompañar ceremonias de otras plantas maestras. Hablamos por ejemplo de la ayahuasca, la wachuma (también llamada San Pedro), el peyote del norte, incluso los hongos. Siempre está presente el tabaco, permite trabajos individuales o colectivos, marca momentos específicos de los rezos dirigidos por la persona que sirve la medicina y es canal entre nuestro plano y los planos superiores. En esa globalización a la que hacía referencia, llegaron a unirse, por ejemplo, los usos del mambe y el ambil, maneras amazónicas, con las ceremonias de jícuri, tradición de mexicas, lakotas, dakotas y nakotas.
Entonces, se trata todo de una exploración personal, de verse a uno mismo en los efectos y las sensaciones ofrecidas por la planta sagrada. Es importante esforzarse por respetar las maneras, por dirigir la curiosidad hacia quienes recogen el conocimiento ancestral, sobre quienes recaen generaciones de cuidado y responsabilidad. También es bonito buscar espacios íntimos para los propios rituales, juntar un tabaquito con un cafecito y aprovechar esa sensación tan deliciosa del maridaje para celebrar, estar contento, agradecer las bendiciones. Igual con la Santa María aunque ese es un tema espinoso para las tradiciones americanas; hay quienes prefieren no usarla en estas tierras convencidos de que son rezos y maneras de otras culturas, que acá no conocemos a profundidad. Yo es que no puedo renegar de las bondades del cannabis y reconozco que fue mi primera planta maestra. Y bien que me la disfruto con un bloncito de hoja de tabaco.